Vendiendo las estrellas

Yo soy un humilde carpintero,
al que lo han buscado para construir un sueño.
Me dijeron: «Quiero que me hagas una torre 
que suba a las estrellas para yo poder tomarlas 
y regalárselas a mi doncella».

Al oír aquello, me dije yo:
«¿quién podría cumplir esa tarea?».
Si cualquiera pudiera,
entonces todo el mundo lo haría sin problemas.
Si estuviera en mi poder,
no solo la torre construyera,
sino que me haría rico vendiendo las estrellas.

Pero no fui muy justo que digamos.
Pensé que estaba loco el hombre que vino con el recado y,
hablando por hablar, le dije que yo puedo y lo he timado.

Le dije que sí y no sé qué voy a hacer.
¿Dónde encontraré madera alguna que llegue al cielo?
Solo con tal cosa yo podría alcanzar las estrellas,
y las traería entre mis brazos para venderlas como prendas.

Si les soy sincero, 
no sé cómo me las arreglaré.
Pues no sé dónde compraré aquello que necesito.
He tomado mi martillo, los maderos y cuanto utilizo,
y por más que me afano, 
no alcanzo las estrellas,
tan hermosas y pequeñas,
tan grandes y bellas.
Todas ellas, preciosas,
como luceros que vuelan.

Si me dejo de poesías,
les seré muy sincero.
Ya no sé qué voy a hacer ni qué le diré a este señor.
Que piensa y fantasea con que le construyo una torre,  
una escala soberbia que vencerá al horizonte.

No siempre podemos cumplir lo que prometemos.
Y, a lo mejor, si yo intentara, fallaría de nuevo.
Pero el loco me dio pena y no quise importunarlo:
le dije que podía, aunque sabía que era un fiasco.

Yo soy el carpintero que vende las estrellas.
 El día que las alcance, me haré dueño de ellas.

Tiempo a solas

Momentos que pasan y nunca regresan.
Memorias de días que caen al olvido.
Recuerdos que duelen,
que sangran y enferman,
te encuentras a solas cuando estás contigo.

¿Qué árbol se cura sin sanar las heridas?
¿Qué piel cicatriza si supura dolor?
¿Qué alma se alegra si carga tristeza?
¿Qué risa perdura ante una tragedia?

El tiempo, al tiempo, se olvida a sí mismo,
y el dolor se apaga como vela ante el agua.
Y si, al dormir, a veces no reposa,
al final, por cansancio, cae al olvido.

¿Al olvido de qué, si ya no sonríe?
¿Al peligro de qué, si no teme morir?
Es que cae al vacío donde ya nada duele,
y en el fondo se topa con una cuestión.

Subir o quedarse,
sanar o llorar,
perdonar u olvidar, esa es la cuestión.
En ese tiempo a solas, donde solo te encuentras,
te verás al espejo, te guste o te duela.

Yo soy

 Yo soy lo que soy
aunque me guste o me duela.

Yo soy el río que fluye,
el mar que refresca,
el frío que apacigua
o el fuego que quema.

Yo soy lo que soy,
lo que decido ser.

Yo siento, 
yo estoy presente,
aquí y ahora.

LLuvia

Llueve, y así mismo duele,
ese momento en que termina una historia.
Y, aunque quieras que se alargue,
más rápido se acorta hasta que al fin se termina.

Llueve, y así mismo corre,
el diluvio de pensamientos 
que atesora el pasado.
Una memoria que no florecerá.

Llueve, y así mismo fecunda,
la tierra del deseo de un mejor mañana,
pues donde queda el adiós
siempre inicia un comienzo.

La jaula abierta

La causa de la riqueza es la abundancia,
el pensamiento que libera la mente al andar.

Ay, qué pobre es el alma que espera algún cambio,
haciendo lo mismo sin abrirse a cambiar.

Busca la puerta en la jaula abierta,
que es casa de tu alma atada a vivir,
a crecer y morir un día cualquiera,
y el ánimo que tengas
sujeto a tu decisión.

La causa de la riqueza es la mente dispuesta,
aquella que sale y cuenta las estrellas.

Será diferente

«Esta vez será diferente», se dijo,
Y lo abrazó mientras la duda la quemaba.

Tiempo después se miró al espejo.
De aquello no quedó
Ni recuerdo ni palabras.

Verano caribeño

Comienza el calor,
se llenan las playas, 
la gente se junta y sale a pasear. 
Es que el verano ha empezado,
y el mar se engalana, 
todos felices, vamos a rumbear. 

Aquí en el Caribe todo es una fiesta, 
y el frío de Europa, lejos está;
de todos los pueblos vienen a visitarnos, 
a degustar nuestra hospitalidad. 

Y el verano que arde y motiva la fiesta, 
también es propicio para el huracán;
vientos, lluvias, truenos y rayos, 
bañan la tierra, fecundan los campos. 

Mas el sol del Caribe renueva las cosas, 
y el viento salado motiva a danzar;
merengue, salsa, urbano y bachata, 
el canto y el baile son nuestra comparsa. 

Las verdes praderas son nuestra belleza, 
y el alba dorado nos baña al despertar:
oh mezcla de razas, preciosas y eternas, 
potente y fuerte es nuestra esencia. 

El verano florece y parece perpetuo, 
Pero pronto el invierno llegará:
No hay nieve, ni heladas, todo es ensueño, 
Pero el frío nos recuerda que se acerca año nuevo. 

El verano termina, 
el Caribe se acalla,
y el frío de sus playas cambia su andar:
ya pronto, muy pronto, 
se acerca primavera, 
y luego el verano, 
en su próxima entrega. 

Vendiendo las estrellas

Yo soy un humilde carpintero, al que lo han buscado para construir un sueño. Me dijeron: «Quiero que me hagas una torre  que suba a las estr...