Si creyeras lo que digo no estarías sola,
pues no te conozco ningún varón;
si tienes uno no está contigo,
estará en su casa, qué sé yo.
Si me dejaras acercarte te escribiría bellas baladas,
como ellas ningunas serán escritas, sólo yo seré su alma.
Cuando accedas a que te toque,
recordarás mis manos blancas:
ellas darán en tu corazón,
someterán tus miedos, saciarán tus ganas.
Si acaso dudas de lo que digo,
puedo decirte que te equivocas;
como el perdido ante el camino recto,
como el dudoso de lo que claro queda,
para negar lo que tus ojos velan,
lo que analizan con entrega.
Dite pues, si te decides, a aventurarte en estos lagos,
en mares únicos de la gran tierra,
en suelos puros, nobles y llanos.
¿Pues quién sería llamado hombre,
o mujer de sabia raza,
si mal gastara la hora agraciada,
del encuentro ansiado con ganas?
El tiempo se nos acaba.
El sol sube al extenso cielo,
y te reitero con tus palabras:
«quizás, tal vez, no sé si debo»,
que si creyeras como te niegas,
en la tierra vivirías el cielo.
pues no te conozco ningún varón;
si tienes uno no está contigo,
estará en su casa, qué sé yo.
Si me dejaras acercarte te escribiría bellas baladas,
como ellas ningunas serán escritas, sólo yo seré su alma.
Cuando accedas a que te toque,
recordarás mis manos blancas:
ellas darán en tu corazón,
someterán tus miedos, saciarán tus ganas.
Si acaso dudas de lo que digo,
puedo decirte que te equivocas;
como el perdido ante el camino recto,
como el dudoso de lo que claro queda,
para negar lo que tus ojos velan,
lo que analizan con entrega.
Dite pues, si te decides, a aventurarte en estos lagos,
en mares únicos de la gran tierra,
en suelos puros, nobles y llanos.
¿Pues quién sería llamado hombre,
o mujer de sabia raza,
si mal gastara la hora agraciada,
del encuentro ansiado con ganas?
El tiempo se nos acaba.
El sol sube al extenso cielo,
y te reitero con tus palabras:
«quizás, tal vez, no sé si debo»,
que si creyeras como te niegas,
en la tierra vivirías el cielo.