Mi alma ansía

Mi alma ansía la mirada de mi amado,
El roce de sus manos,
El beso de sus labios,
El abrazo de sus brazos que me calma el corazón.

El alma busca al amado,
Como el río busca al mar,
Como el sol a la luna,
Como el árbol a la claridad.

¿Dónde se ha escondido mi amado?
¿Dónde mi amado escondido estará?
Oh mi amado, yo te busco y no te veo,
No te veo y deseo que me vengas a salvar.

El alma busca al amado,
Como el río busca al mar,
Como el sol a la luna,
Como el árbol a la claridad.

Y entonces una voz,
un mensaje me dice:
«entrégame tu amor,
Yo que tanto te he buscado.
Y mis manos hallarás,
Mi abrazo encontrarás,
Con mis llagas verás la luz,
Y donde esté, tú estarás».

El alma busca al amado,
Como el río busca al mar,
Como el sol a la luna,
Como el árbol a la claridad.

Mi alma ansía la mirada de mi amado,
Y en la Eucaristía su amor me cubrirá.

Mirarás

Mirarás.
Mirarás a los ojos de tu amado,
mientras sus manos rozan tus cabellos,
y te dice al oído que te ama y te espera,
que desea que creas en sus promesas.
 
Mirarás.
Mirarás a los ojos de aquel hombre,
tú mujer de veinte y tantos años,
que deseas triunfar en el mundo moderno,
como diva y estrella que espera brillar.
 
Mirarás.
Mirarás a quien siembra y cosecha en tu casa,
que contempla el atardecer y el alba,
de los sueños queridos desde tu infancia,
cuando vestías de reina con carteras y faldas.
 
Mirarás.
Mirarás a ese hombre todos los días de tu vida,
y sabrás si escogiste de acuerdo a tu plan;
si protege tu casa y provee para tus hijos,
si te viste y engalana, si te besa y te ama.
 
Mirarás.
Mirarás con agrado si escogiste lo cierto,
y tus días serán largos hasta que un día concluyan,
y pensarás en él mientras te falta el aliento,
y de la muerte, la vida, te arrebatará de por vida.
 
Mirarás.
Y mirarás todo esto en los días de tu vida,
si tu corazón se decide por el agua viva,
si alimenta el deseo de encontrar al amado,
ese hombre que tanto te anda buscando.

Esta noche hablaré del amor

Esta noche hablaré del amor.
Esta noche hablaré de la ternura de tus besos,
del roce de tus manos,
de la delicia que constituye un solo beso de tu boca.
 
Esta noche hablaré del amor.
De las caricias más sutiles,
de las ardientes y fogosas,
de las que mueven no solo el cuerpo,
sino el alma hacia la musa.
 
Esta noche hablaré del amor.
De cada vez que te poseo y exclamas mi nombre,
de la alegría que sentimos al ver nuestras manos enlazadas,
con los brillantes anillos que representan la promesa,
el juramento vivo hecho ante el Creador.
 
Esta noche hablaré del amor.
De aquellos juegos tan osados,
de las miradas y seducciones,
de los deseos desenfrenados,
que nos consumen como la higuera,
que quema y arde ante el fuego que la incendia.
 
Esta noche hablaré del amor.
Pues tú me ves, y yo te veo,
nos deseamos cada día,
con la promesa que nuestro amor,
vencerá la muerte en su día.
 
Esta noche hablaré del amor.
No hay manera ni solución a mi locura desmedida,
pues no hay espacio en mi deseo para abstinencia maldita,
es imposible no besarte, y exclamarte «eres mi vida».
 
Esta noche hablaré del amor.
Ya no es posible esconder mi deseo y pensamiento.
Pues me desvivo y te añoro cada momento del día,
queriendo que conozcas todo de mí, amada mía,
y yo me enrede entre tus versos, solo, completo,
hasta que suene y resuene tu famosa melodía.

De poeta a trovador

En un momento pensé que no volvería a soñar,
que de mi canto y de mi pluma no quedaría más.
Pero la vida no solo da, también entrega redención,
y de las cenizas del poeta, resurgió el trovador.

Y es un cantor, no como ayer,
que se negaba y se escondía,
que no sabía qué emprender.
Confundido y olvidado entre los afanes del ayer;
ya no más, estoy centrado, en las batallas a emprender.

¿Y quién dirá "no hables más"?
guarda silencio, me molestas, escuchar, no quiero más.
¿Sobre cuáles hombros pesará el opresor?
sobre los míos ya no pesa, en verdad lo afirmo hoy.

¿Por qué temer? ¿por qué dudar?
Si a mí me escuchan o me leen, a mí qué más da.
Conmigo está el que desea; contra mí, aquél que crea,
que derrumba una muralla, con espadas de madera.

No pude más, aunque traté;
ni el trabajo, ni los afanes la pudieron vencer.
no hay prisión que la contenga, ni cadena que retenga,
esta musa que en mí llevo, que cual fuego a mi me quema.

¿Dónde dirán "ahí lo ven"?
no ha podido, ha fracasado, nadie lo escucha ni lo lee.
Lamento mucho su alegato,
su intención fuera de plazo,
no recibe a los ingratos mi corazón enamorado.

Y volará, sin ya temer,
entre las manos de mi esposa,
ante los ojos de mi bien.
Y brillará en lo elevado,
como centella de norte a sur,
mi corazón enamorado,
será mi guía y mi luz.

Vendiendo las estrellas

Yo soy un humilde carpintero, al que lo han buscado para construir un sueño. Me dijeron: «Quiero que me hagas una torre  que suba a las estr...