Espejismo

La lluvia cae de las estrellas,
bajo el árbol de cristal estoy sentado idealizándome,
dibujando y borrando pensamientos
de las complejas galaxias de mente sin comparación.

Lobos, zorros y perros me rodean en mudez,
se miran entre sí con sus ojos destellantes,
de brillos verdes, de reflejos rojos,
gruñen y ladran por saber quién me acompañará al camino del adiós.

Las bestias corren,
los rayos caen sin descanso de las nubes negras,
y los truenos retumban como tambores indios,
el fuego quema mi rostro, mis huellas no existen más.

El suelo se quiebra,
el humo emerge de lo profundo sobrio,
sin mezclas, nubla el sendero que lleva al gran balcón,
en el que la salida se esconde disfrazada de anaconda de oro clavada al muerto árbol.

Mis manos lo alcanzan,
se sujetan de sus ramas y aprietan el cuello de la serpiente maldita,
suena su lengua, resplandecen sus ojos,
y me muerde, salvaje y letal,
envenenándome completo con sus jugos extraños.

Dolor, agonía,
todo empieza a iluminarse a mi alrededor;
oigo gritos, siento golpes,
recuerdo memorias de tiempos antiguos;
Mis pupilas se dilatan, tiemblo solitario,
otra vez respiro al ver que fue un sueño,
una ilusión, un engaño irreal,
una mentira del tiempo y la soledad.

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