Eres

Para el fuego que arde y en mí se abrasa,
eres brisa que aviva la dulce pasión,
el deseo incontrolable que me roba la palabra,
el latido que estremece mi cuerpo y corazón.
 
Destello potente como luz de la mañana,
sé la flor que me aloque con su aroma y saber,
sé la musa que me inspire en los días de calma,
seamos uno en las noches de furor y placer.
 
Lucero encontrado de cabellos cobrizos,
admite que te toque hasta hacerte estremecer,
para que caigas sumida en mi mar de cariño,
océano en el que siempre nadarás otra vez.
 
Como el viento te deslizas sobre mi pecho ahora,
mientras yo toco el tuyo observando tu faz;
¡ah, cuán dulces son los labios que me besan!,
los que roban mi juicio, tristeza y pesar.
 
Nuestro lecho es hoguera de anhelos irreales,
esperando el día de mostrar nuestro amor;
hermosura de la tierra, déjame besarte,
seamos tornados en la cama humeante.
 
Yo brillo como estrella y te mueves como el agua,
Tú y yo nos enredamos como versos del amar,
envolvamos nuestros miedos,
que estallen las llamas,
seamos libres en lo oculto,
gocemos del momento en que todo se apaga.
 
Eres, como tantas cosas en mi alma,
un recuerdo, una vivencia, un amor que me cambia.

Graciosa paradoja

Graciosa paradoja me ha jugado la vida,
bajo el efecto de un vodka, un whisky y tequila,
ha metido en mi mente una amante divina,
de ojos bellos y cabellos rizados como Afrodita.
 
Quién diría que tal fiesta no ofrecida a mi persona,
crearía un campo de guerras amorosas;
yo por ella, miles igual, siempre todos tras lo mismo,
yo sin rifle, mas armado, con el verbo de mi brío.
 
Oh dulzura tú que danzas con el ritmo de la música,
que te mueves con las luces, los bajos y las ondas,
que hechizas a los hombres con el baile de tus olas;
me atraes embrujado al mundo de los sueños,
el reino al que anexas mi esencia y deseos.
 
Caliente se halla mi alma temeraria,
que quema y abrasa mi cuerpo en tensión:
he perdido el miedo y las ideas vanas,
sucumbo ante el sentimiento,
me acerco a la reina que baila.
 
Tus ojos me hacen obrar según tus ganas,
bailamos rozando los cuerpos, las estancias,
las barcas de los anhelos que se desnudan con el tacto,
nos adueñamos del otro, inmersos, sin palabras.
 
Cerca del clímax del track que resuena,
el calor nos induce poco a poco hacia algo más:
la atracción, la pasión, el apetito insaciable,
el temor al final nos incita a besarnos.
 
La pista mengua y el silencio nos arropa,
nos descubrimos rodeados por un tumulto de personas,
nos miramos de nuevo, ya sin música ahora,
para descubrir que nos gustamos para probar otra ronda.

Luna cambiante

Luna bendita de magia alguna es tu silueta,
eminente señora reina del cielo eres tú,
cambiante vos eres como el viento o las olas:
tú menguante, creciente, nueva o llena de blanca luz.

Astro divino hijo de la tierra;
¡mueve los mares, los vientos, las horas!,
has de este momento una célebre experiencia,
desciende Selene en toda tu eminencia.

Alumbra mi senda lumbrera de plata,
cuida de mis pasos por el mundo de hoy,
aleja tu figura de Helios el monarca,
yo seré tu Endimión,
cédete a mis versos etérea enamorada.

Extiende tus brazos gitana ensalzada,
deja que bese tu busto angelical,
dame tus labios, tus besos y ganas,
seamos un océano de pasiones impensadas.

Luna pudiente estreméceme,
gracia ostentosa embriágame,
siembra en mí tu luz vigorosa,
cosecha mi amor,
hazme tu novio luna cambiante.

No estoy solo

Ciertamente no estoy solo,
¿Quién dijo que la felicidad no existe?
Si mis amigos están conmigo y mi amor me acompaña,
¿cómo he de dudar que la dicha me persigue?

Tanto tiempo estuve solo a causa de mis propios miedos,
atado a lo oscuro obra de mi corazón,
en verdad no yazgo olvidado en una fosa condenado,
¡estoy vivo!, ¡cuál brío respiro!,
que me inspira en mi vida ahora con amor.

Quién diría que de forma tan insólita y llana,
hallaría en mis sendas compañeros de valor,
que han marcado con sus huellas, palabras y andanzas,
el laberinto de mi alma pura confusión.

Del lodo han sacado mi estima quebrada,
con calor exuberante reformado mi interior,
con dulzura y miradas avivado mi esperanza,
en los sueños e ideales de antigua concepción.

Por vía irrazonable llegó a mí la alegría,
de unos ojos azabaches y unos labios rosados,
que me colman de caricias, afecto y energía,
incontables deleites que atesoro encantado.

Hoy me es grato el recuerdo de mis días infelices,
que perdidos en el tiempo ya se encuentran sin furor,
y lo son pues  ya comprendo ahora los matices,
de la vida, de la muerte, de los miedos y el amor.

Ciertamente no estoy solo,
¿Quién dijo que la felicidad no existe?
Si mis amigos están conmigo y mi amor me acompaña,
no he de dudar que la dicha me persigue,
ya que ahora mi presente no es igual al pasado,
cárcel carente de preso atormentado,
y es que hoy vivo gozoso siempre acompañado,
libre y radiante sin cadenas en mis manos.

Florece mujer

Dime mujer qué sientes ahora,
cuéntame qué vives en tu interior;
toma la palabra, úsala y ora,
por el odio y los miedos que te causa el amor.
 
Tus ojos son ventanas al mundo del que escapas,
tu suspiro es el verso de la triste desilusión:
¡oh mujer!, ¡qué honda es tu pena!,
¡rompe las cadenas el día de hoy!
 
Tú doncella de gracia robada,
confía en el amor, de nuevo sin creer,
que su presencia en tu alma cegará tu mirada,
haciéndote entregarte a un indigno otra vez.
 
Mujer escéptica de ojos sin brillo,
que están opacados por la ira e indignación,
ten fe en mis palabras, pues sé lo que digo,
la experiencia te ha dado sabiduría y precaución.
 
Si el recuerdo de ése ataca tu mente,
repréndelo hasta que no hable más:
no añores momentos del turbio pasado,
escoge el ahora, no mires atrás.
 
Belleza que yaces marchita,
Florece y vuelve a caminar. 

Un recuerdo destrozado

De nada me vale la memoria de tus labios,
no late el corazón que una vez palpitó,
ya no funciona el amor que inspirabas:
que el fuego y el viento borren tus marcas.
 
Foto temible, retrato maligno sostiene mi mano;
el recuerdo de la pasión, la desbordante confianza,
los gemidos, el sudor:
todo retumba, pronto morirá.
 
La fogata brama, la noche huye,
no hay límites para la nostalgia,
para la añoranza que envenena,
para el recuerdo que no se apaga.
 
Una última mirada, un suspiro,
y las llamas queman el cuadro perturbador:
yo quedo en el piso, tendido en vilo,
soñando la vida sin tu cariño,
y me esmero, cómo me esmero,
en desear a alguien que reescriba lo vivido.

Si creyeras

Si creyeras lo que digo no estarías sola,
pues no te conozco ningún varón;
si tienes uno no está contigo,
estará en su casa, qué sé yo.
 
Si me dejaras acercarte te escribiría bellas baladas,
como ellas ningunas serán escritas, sólo yo seré su alma.
Cuando accedas a que te toque,
recordarás mis manos blancas:
ellas darán en tu corazón,
someterán tus miedos, saciarán tus ganas.
 
Si acaso dudas de lo que digo,
puedo decirte que te equivocas;
como el perdido ante el camino recto,
como el dudoso de lo que claro queda,
para negar lo que tus ojos velan,
lo que analizan con entrega.
 
Dite pues, si te decides, a aventurarte en estos lagos,
en mares únicos de la gran tierra,
en suelos puros, nobles y llanos.
¿Pues quién sería llamado hombre,
o mujer de sabia raza,
si mal gastara la hora agraciada,
del encuentro ansiado con ganas?
 
El tiempo se nos acaba.
El sol sube al extenso cielo,
y te reitero con tus palabras:
«quizás, tal vez, no sé si debo»,
que si creyeras como te niegas,
en la tierra vivirías el cielo.

Desde el pecho

Del pecho mama el hombre la leche blanquecina,
que quema y avanza por su garganta impía,
que bebe e ingiere líquidos queridos.
 
Del seno él salta alegre y peregrino,
al abdomen de su esposa, que está fija a la cama;
y un grito osado, potente, salvaje,
sale de su boca, clamando: «¡no pares!».
 
Contrae su cuerpo gimiendo fácilmente,
ardiendo y buscando alguna solución;
ella mira al techo, entretanto se conmueve,
danza muy activa, ¡que dulce es su pasión!
 
Su Adán la gobierna y delimita sus pechos,
sus caderas y muslos, sus labios y sentimientos;
ella besa su cuello, su olor la complace:
doncella tú eres un volcán insaciable.
 
Él te envuelve con sus brazos y tú ya no hablas,
estás luminosa como cielo en plenitud:
tanto amor recibiste, y ni hablar del caballero,
que te besó desde el pecho, hasta el alma y los sueños.

Los hermanos no están

No se encuentran cerca, la vida los ha llamado,
el viento sopla sereno, la luz se esparce como espuma,
el nido yace vacío, el canto no se vuelve a escuchar y degustar.

La madre se posó sobre el tronco una tarde,
tenía una rama en su pequeño pico,
trabajó varios días en silencio incansable,
la morada de su deseo alzó con ahínco.

Extendió sus alas cuando me descubrió mirándole,
como quien dice “¡lejos!, es mi hogar, lecho de los míos”,
yo solo pude verla cautelosa y radiante,
con su collar negro y ojos titilantes,
que la hicieron musa para mis sentidos carnales,
chispa que enciende el pensamiento creativo.

Las hojas nacieron y durante días fui vigilante,
el tiempo y sus hijos crecieron sin freno,
preciosas aves de ojos y gargantillas se volvieron,
a aquel ciclo de la vida le llegaba su tiempo.

La madre salía de vez en vez,
y el padre en intervalos les traía algún alimento:
volvieron a crecer, esta ocasión para marcharse,
para andar al amplio mundo promesa de los sueños.

Hoy el nido está vacío y mi regocijo desfallece,
no resuenan los cantos en mi ventana,
ni el movimiento de alas o la danza de las hojas,
el verano arribó y el árbol yace erguido,
mas los hijos del viento me faltan desde mi alcoba.

El silencio brama como brisa lejana,
el nido ya no es teatro de dramas familiares,
el techo de hojas resplandece,
mi corazón entristece por su ausencia natural:
los hermanos no están y quizás no regresen.

Es el adiós para mí el que ama y sólo observa,
el que espera por lo pronto la próxima primavera,
un futuro que tal vez me devuelva con creces,
los amores que atesoro con empeño en mi mente.

¿Qué ocurre cuando nos venimos?

Para explicarte qué ocurre cuando nos venimos,
tendría que hablar primero de nuestras venidas,
que no son más que los orgasmos centellantes,
excelsos, gobernantes de nuestra razón.

Si hacemos un recuento de nuestras horas y fechas,
sería común descubrir que a las once,
empezamos la ardua y dulce faena,
para terminar puntuales a la media noche.

Creo que el motivo de los intensos hormigueos,
que para ti son en tu cabeza,
y para mí en mi sexo, son cuestiones de pura genética:
yo solo pienso con el pene, amada mía,
tú con el cerebro, amo de los sentimientos.

Ya tratando bien en serio el tema pertinente,
en segundo grado viene el deseo de tus labios,
que tras el gemido descontrolado, locamente ofrece,
un beso alucinógeno, un respiro jadeado.

En tercer puesto se encuentran las caricias de pasión,
ese juego tan osado, pero rico y esperado,
por ti, por mí, por nuestros sexos y nuestras mentes,
por todo y cuanto componen los carros de nuestros seres.

Para contestarte sobre lo que ocurre cuando nos venimos,
solamente requiero una sabía expresión:
al hacerlo alcanzamos los astros distantes,
nos unimos y encajamos como piezas faltantes.

Buenas noches a ti

Buenas noches a ti damisela,
finaliza el día de hoy,
digo adiós a tus ojos de pantera,
me despido mientras andas al descanso mayor.

Yo en mi cama absorto ideándote,
esperando un futuro encuentro de amor,
buenas noches mi reina de cabellos danzantes,
que descanses del mundo, del trabajo y el dolor.

Te prometo que mi imagen estará en tu memoria,
desde que cierres tus ojos hasta el nuevo sol,
y mi don que es un beso tibio y amado te dará las buenas noches a ti mi pasión,
pues superfluo sería esconder aquello que arde y se desvela en mi viril corazón:
el sentimiento hacia ti que quema como brazas la secreta estancia de mis ansias,
lujuriosas esperanzas contigo enamorada.

Buenas noches a ti mi doncella,
resguardada en tu hogar templo de adoración,
peregrino soñante me dejas en las horas negras,
reinado de la luna llena, eterno vínculo entre los dos.
Buenas noches a ti mi amor.

Atrevimiento

Si tú mujer me dijeras que ahora,
te provoca bailar sobre mis muslos de poeta,
diría mil veces que sí a tal magnífica oferta,
esperando que la luna te hechice y te vuelva loca,
que te haga desear algo más que mis besos en tu boca.

Sobre mí precipitas tus cabellos cobrizos,
con dulzura sensual mueves tus caderas,
sentado sobre la silla está mi corazón encadenado,
ahorcada está mi voluntad sobre las lomas de tu hacienda.

Supongamos que no supiera darte un beso,
y que no entendiera nada de seducción,
haría cómplice al viento para que te alce la falda,
para que deje expuesta tu flor escarlata.

Si en respuesta me bofeteas por ser atrevido,
te devolvería con caricias sagaces,
dulces como un pensamiento claro,
para que justifiquen mi naturaleza salvaje,
el X y el Y de mi genoma humano.

Detente, solo detente,
sobre el terreno prolífico del que crece la palma,
los días claros, el canto del gallo,
el merengue tocado por pericos ripiados.
Aquí corre y salta sobre mí sin reglas,
muchos sitios hay, aquí en la llanura del mar azulado.

De baladas eres más con bachatas me tocas,
vibras sobre mí y me provocas las ganas:
el temblor entre las piernas, el corazón en el pecho,
y yo me muero por sembrar el divino valle entre tus picos de cal.

No silencies la hermosura del tiempo que sucede sobre las brumas de nuestras vidas,
y no abandones el momento en el que pierdo la decencia y actúo como animal,
el intervalo ideal para un atrevimiento de amor,
para un segundo sin rodeos en el juego de la existencia.
No perdamos la ocasión, atrevámonos y escapemos juntos los dos.

Lirio de plata

Lirio de plata resplandeces,
solitario sobre las aguas del Yuna bajo el gran pico,
me tientas a robarte, me incitas los sueños,
fina elegancia embelleces el río.

Las ciguas palmeras te rodean y te toman,
magnífica estrella eres esparcida por el caudal deshojada,
tus pétalos son semillas de lirios incontables,
tu diáfana aura habita en ellos inmortal.

La lluvia cae sobre tus hijos y perece el silencio,
los cantos de aves vuelan en el mar de la atmósfera:
la luz crece, la sombra cesa,
lirio de plata hechizas mi corazón.

¡Oh amada mía!, ¡qué beata eres!,
la brisa del este te viste vigorosa,
las aguas no resisten, intentan tragarte,
yaces en mis manos salvada por mi amor.

Besarte me basta antes de tu partida,
tú deseas poblar todas las tierras de mi isla:
desde el este al oeste, del norte al sur.
Te digo adiós mi lirio de plata,
¡flor de Quisqueya!, ¡radiante luz!

Libre patria

¡Oh libre patria!, ¡Santa tierra de héroes!,
tú que con ropas blancas te vistes el 27 de febrero para recordar épocas de opresión y maltrato,
te gozas en ti misma al vivir hoy sin el yugo de occidente,
sin los controles de ninguno que atente contra tu canto.

Los Tres Grandes extendieron tus alas con el trabucazo,
en aquel segundo tu pueblo se alzó:
fue tanta la sangre y los hombres inmolados,
que el triunfo ideado encontró construcción.

Las mujeres también fueron grandiosas soldadas y en ellas la ayuda nunca faltó:
un vaso de agua, municiones en sus faldas,
fueron gestos de afecto a favor de tu creación.

Los tiranos temblaron y se estremecieron al ver el valor de tu población,
y el fuego abrazante que tú motivaste ardió sobre ellos hasta ver su extinción,
haciendo memorable como el firmamento la unión que acarreaste en una rebelión,
revuelta dichosa, perenne y gloriosa que hoy forma parte de nuestra nación.

Más de un siglo ha acaecido desde aquel entonces y la valentía aún continúa en nuestro interior,
el furor todavía arde en nuestros corazones y el amor y el apego permanecen con pasión,
al recordar el sacrifico, la célebre entrega, de nuestros ancestros que fundaron esta nación,
la libre patria que nos compete desarrollar y proteger,
la santa tierra que por siempre hemos de enaltecer.

Espejismo

La lluvia cae de las estrellas,
bajo el árbol de cristal estoy sentado idealizándome,
dibujando y borrando pensamientos
de las complejas galaxias de mente sin comparación.

Lobos, zorros y perros me rodean en mudez,
se miran entre sí con sus ojos destellantes,
de brillos verdes, de reflejos rojos,
gruñen y ladran por saber quién me acompañará al camino del adiós.

Las bestias corren,
los rayos caen sin descanso de las nubes negras,
y los truenos retumban como tambores indios,
el fuego quema mi rostro, mis huellas no existen más.

El suelo se quiebra,
el humo emerge de lo profundo sobrio,
sin mezclas, nubla el sendero que lleva al gran balcón,
en el que la salida se esconde disfrazada de anaconda de oro clavada al muerto árbol.

Mis manos lo alcanzan,
se sujetan de sus ramas y aprietan el cuello de la serpiente maldita,
suena su lengua, resplandecen sus ojos,
y me muerde, salvaje y letal,
envenenándome completo con sus jugos extraños.

Dolor, agonía,
todo empieza a iluminarse a mi alrededor;
oigo gritos, siento golpes,
recuerdo memorias de tiempos antiguos;
Mis pupilas se dilatan, tiemblo solitario,
otra vez respiro al ver que fue un sueño,
una ilusión, un engaño irreal,
una mentira del tiempo y la soledad.

Escapo de tus manos

Tus manos no pueden atarme,
mariposa adorada hoy me aparto de ti,
mi marcha solo deja memorias gastadas,
dolor inefable, magno sufrir.

Me observas de lejos doliente y solitaria,
no actúas torturada por el horrendo saber,
de que mi voz no sonará nunca más en tu casa,
de que mi ser no volverá a caminar por allí.

Por mar me dirijo a la tierra del olvido,
adiós mi amada, me es tormentoso decir,
que siempre yo supe de mi vil enemigo,
tu fiel amigo al que diste tu lis.

De ahora en adelante andaré entre amapolas,
entre rosas y lirios de estima mayor,
seré su señor y tú estarás sola,
lo siento querida, tu juego falló.

Ni Gea ni Rea podrán hacer nada,
ni Zeus ni Atena cambiarán mi decisión,
ni Eros ni Afrodita avivarán en mi alma,
el altar profanado con tu sucia traición.

Lo siento mi amada, lo siento mi amada,
tu anhelo irreal jamás se dará,
mejor sal corriendo a rogar bien hincada,
a que Dios te perdone tu erróneo obrar.

Tu abrazo no puede atarme,
escapo de tus manos y vuelvo a comenzar.

Estar contigo

Rozas tus manos por mi rostro,
por el pecho trigueño en el que late un corazón.
Tus cabellos castaños caen,
llueven al vacío mientras el silencio muere,
y los pasos del tiempo se detienen en el espacio inmortal.

Rozamos los rostros mejilla con mejilla,
la tuya suave, la mía barbuda,
nos respiramos al oído con paz, en contemplación,
aguardando el próximo movimiento de nuestros carnales cuerpos.

Mis manos tocan tus caderas,
te abrazas a mí en espera,
 el líquido desciende de la bóveda celeste,
reímos como tontos,
encontrando las miradas cargadas de furor.

Nos erizamos completos,
el escalofrío llega hasta nuestros labios rosados;
los tocamos con un dedo,
y sudorosas nuestras manos mojan nuestras ropas mundanas;
calor asfixiante, roce de pechos, es una locura el momento vivido.

Caemos al suelo con las piernas enredadas,
nos miramos solos en el medio de la tierra;
temo, cuánto temo,
perderte mi amor en las sendas del mundo.

Lejanía

Mi espíritu siente tu luz potente y sencilla,
seráfica joven de andanzas delicadas,
me corrompes con atmósfera crepuscular,
llenando de magia las sendas de mi vida,
dominando con cronoquinesis las horas del espacio.

Agonía me llena cuando nos hacemos distantes,
y el dolor de la lejanía no me deja ver la luna o el sol;
complejo es el juego del amor, s
ecreto es el plan de la existencia.

En el horizonte tu silueta se dibuja de diamante,
y el terreno entre nosotros se reduce a nada:
el sudor brota, como arroyos imparables,
tiemblan nuestras manos,
todo cuanto forma la morada del ánimo.

Surge el magnetismo y nos acercamos sensuales,
nuestras miradas queman como fuego de los astros,
y un beso nos arranca, el respiro anhelante,
ahogándonos en el silencio como los únicos habitantes,
como aquellos que se aman cercanos y distantes.

Vendiendo las estrellas

Yo soy un humilde carpintero, al que lo han buscado para construir un sueño. Me dijeron: «Quiero que me hagas una torre  que suba a las estr...